4.1. Muhammad: ¿Hombre Guerrero y Violento?

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4.1. Muhammad: ¿Hombre Guerrero y Violento?


Comencemos preguntándonos por la personalidad de Muhammad, pues la imagen de Él proyectada en occidente ha sido de un hombre violento, guerrero, ególatra y amante de poder y riquezas; según Dante, un “sembrador de escándalo y de cismas”.

El carácter de Muhammad, en cambio, era sin igual: servicial, confiable, aseado, tranquilo, cuidadoso, cortés y amable. Mientras sus contemporáneos vociferaban en las plazas públicas, Él dedicaba largos períodos a la reflexión en las montañas en las afueras de la Meca. El Imán Álí, hijo adoptivo de Muhammad, recuerda que:

Su paso era a la vez enérgico y liviano, pero no caminaba con orgullo, como hacen los príncipes. Había una dulzura tal en su rostro, que una vez que uno se encontraba en su presencia, no podía dejarle; si sentía hambre, se alimentaba sólo de mirarle a Él... Cuando entraban en su presencia, los afligidos olvidaban su angustia. Los que le vieron declararon que nunca antes o después habían encontrado un hombre de hablar más atrayente.(1)

¿Cómo era la gente que le rodeaba a Muhammad desde su niñez? H. M. Balyuzi explica: “...prevalecía una brutalidad anárquica. Las tribus guerreaban y saqueaban despiadadamente.... Aunque muy hospitalaria, la gente era también traicionera. Sus maneras eran toscas y rudas, y prestaban escasa atención a la limpieza y la higiene".(2)

Es evidente que una parte de la Misión sagrada de Muhammad consistía en transformar a estas tribus bárbaros y fanáticos en una gran civilización, trayéndoles el remedio espiritual y leyes sociales para su época.

Si Muhammad era de naturaleza tan tranquila y bondadosa, entonces ¿por qué los comienzos del Islám fueron manchados de tanta sangre? Veamos en primera instancia la excelente elucidación que ofrece Handal al respecto:(3)

El Islam nació en un medio no solamente inhóspito sino hostil. Los primeros musulmanes tuvieron que defenderse con el objeto de sobrevivir, pues de otro modo hubieran sido exterminados por los idólatras de Meca, quienes carecían de escrúpulos. Fueron primero individuos aislados quienes reconocieron a Mahoma como Profeta de Dios. Con el transcurrir del tiempo, el Islám agrupó familias y tribus, y en consecuencia atrajo la enemistad de familias y tribus enemigas. Mahoma y los primero creyentes, así como sus familias, tuvieron que defenderse ante los ataques y de esa interacción surgieron versículos del Corán sobre la lucha por la religión.

Existe en algunos sectores la critica a la doctrina sobre la guerra santa en el Islam. [El] malentendido proviene de cuatro clases de mal información. Primero, la Biblia autoriza el uso de la fuerza para defender la religión de un pueblo. Esto lo vemos claramente en la historia de Israel luchando continuamente para sobrevivir entre tantos pueblos enemigos. La enseñanza de la guerra santa no viene del Corán sino de las enseñanzas de Moisés. En Deuteronomio, capitulo 20, leemos: "Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo el pueblo que se encuentra en ella te deberá tributo y te servirá. Pero si no hace la paz contigo y te declara la guerra, la sitiaras. Jeováh tu Dios la entregará en tus manos y pasarás a filo de espada a todos sus varones; las mujeres, los niños, el ganado...”. Asimismo, Jesús dijo a sus Discípulos: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino la espada” (Mt. 10:34).

Segundo, la justificación a la guerra por la religión, no se basa en la conquista de territorios, sino en una actitud de defensa. Dice el Corán: “Les está permitido a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente. Dios es, ciertamente, poderoso para auxiliarles. A quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho ¡Nuestro Señor es Dios! Si Dios no hubiera rechazado a unos hombres valiéndose de otros, habrían sido demolidos ermitas, iglesias, sinagogas y mezquitas, donde se invoca mucho el nombre de Dios. Dios auxiliara, ciertamente a quienes Le auxilien. Dios es, en verdad, fuerte, poderoso”. (22:40). En el Corán también leemos: “Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no seáis vosotros los agresores. Dios no ama a los agresores”. (2:190)

Tercero, si Cristo no utilizó la ley de la guerra por la religión, fue probablemente por dos razones. Por un lado, Él nunca fue atacado al extremo de peligrar su existencia sino solamente en el ultimo momento de Su vida y la amenaza fue solamente hacia Él. Por otro lado, solamente había doce discípulos y unas pocas mujeres que le seguían. De los doce, uno (Pedro) le negó tres veces cuando Él estaba en el mayor peligro y otro (Judas Iscariote) vendió Su vida por treinta monedas de plata.

Cuarto, el tema de ascendencia, poder, soberanía, autoridad y victoria, que aparece en varias partes del Corán, tiene a la vez un significado espiritual. Por ejemplo en dicho Libro sagrado encontramos varios pasajes similares a estos: “Y ciertamente Nuestra hueste vencerá” (37:173) ...De buena gana apagarían la Luz de Dios con sus bocas, pero Dios ha determinado perfeccionar Su Luz, aunque los infieles la detesten” (9:33).(4) Igualmente, “¿No sabes que es de Dios el dominio de los cielos y de la tierra?” (5:40).

Bahá'u'lláh escribe en el Libro de la Certeza: “Antes bien, los términos "ascendente", "poder", y "autoridad" implican una posición y significado totalmente diferentes. Si soberanía significara la soberanía terrenal y el dominio mundano, si implicara la sujeción y lealtad externa de todos los pueblos y razas de la tierra – por la cual fueron enaltecidos Sus amados, pudiendo ellos vivir en paz, y fuesen Sus enemigos humillados y atormentados – tal forma de soberanía no sería propia de Dios mismo, la Fuente de todo dominio, Cuya majestad y poder testifican todas las cosas”.(5)

Muhammad y sus pocos seguidores sufrieron no sólo muchas formas de tortura y sacrificio durante los trece años en Meca, sino que los incrédulos también lo trataron de asesinar varias veces. En una ocasión trataron de romperle la cabeza y asesinarlo con una roca gigante, que apenas podían alzar. En otra ocasión trataron de matarlo poniendo veneno en su comida. Finalmente tuvo que huir por su vida.

Fue entonces cuando aceptó la invitación de los habitantes de la vecina ciudad amurallada de Medina, quienes lo hicieron su Gobernador. Cuando los hombres de Meca supieron de esto, montaron una gran fuerza y atacaron a Medina, no una sino varias veces. Muhammad tuvo la obligación, en calidad de máxima autoridad de la ciudad, de defender a los habitantes bajo su cuidado, en unas ocasiones desde detrás de las murallas y en otras saliendo al encuentro del enemigo en el desierto para no involucrar al pueblo indefenso. Al respecto, H.M. Balyuzi comenta:

Por lo general, los autores occidentales han sostenido que los primeros pasos hacia un encuentro de armas fueron tomados por Muhammad. Esto carece de fundamento... Más bien, tales estudiosos como Sir Thomas Arnold, autor de The Preaching of Islám, y Syed Ameer Ali han puntualizado que la actitud agresiva y amenazadora de los idólatras, obligó a Muhammad a tomar acción, pues Él ya no era únicamente un Amonestador y Proclamador de las Buenas Nuevas, sino el Gobernante de una gran oasis con deberes específicos hacia sus habitantes. Él tenía que asegurar el bienestar y la seguridad del pueblo de Medina y, dentro de la oasis en sí, tuvo que guardar contra los falsos de dos caras y los traidores que traicionarían a sus conciudadanos.(6)

En todo caso, Muhammad procuraba evitar el exceso de derramamiento de sangre. Era resignado y paciente en la derrota y magnánimo e indulgente en la victoria. Syed Ameer Alí escribe:

Aquel que jamás en su vida había esgrimido un arma, en Quien la visión del sufrimiento humano había ocasionado tan intenso dolor y compasión, y Quien, contra todos los cánones de la varonilidad árabe lloraba a lágrima viva ante la pérdida de uno de sus hijos o discípulos, cuyo carácter permanecía tan tierno y tan patético que sus enemigos le tildaban de afeminado – este hombre ahora se vio obligado, por los requerimientos de la situación, a repeler los ataques del enemigo por la fuerza de las armas, a organizar sus seguidores para fines de defensa propia, y con frecuencia a enviar expediciones para anticipar embates traicioneros y repentinos....(7)

Aún en medio de la batalla, Muhammad pensaba en el bien de sus agresores. En una ocasión, en medio de un ataque de Meca, recibió una pedrada en la mano que hizo caer su espada, otra en la frente que hizo correr la sangre por su rostro, y otra en la boca que sacó dos de sus dientes. Pero Él no pensó en Sí Mismo ni en la venganza, sino que exclamó: “¿Cómo puede alcanzar la salvación un pueblo que hace que la sangre fluya por el rostro de su Profeta, mientras Él los llama hacia Dios?” En ese momento, con los golpes cayendo por todos lados, Muhammad recibió una revelación que consta en el Corán: “Ninguna parte del asunto es tuya, ya sea que Él se vuelve hacia ellos nuevamente o los castiga; pues ellos son malhechores” (3:123). Ante lo cual el Profeta levantó Sus benditas manos y dijo estas palabras que rememoran pronunciado Jesús en la Cruz: “¡Oh Dios! Perdona a mi pueblo, pues no comprenden.”

Si el uso de la fuerza fuese prueba de que un hombre no es Profeta de Dios, entonces la mayoría de los Profetas bíblicos, incluyendo el mismo Moisés, quedarían eliminados. En el libro de leyes del Deuteronomio, en el Antiguo Testamento, encontramos que el Sexto Mandamiento es “No matarás” (Deut. 5:17). Sin embargo, esto únicamente se aplica al homicidio dentro de las mismas tribus de Israel, no a la guerra contra otros pueblos. Pues más adelante encontramos el mandato de arrasar a las naciones ocupantes de la Tierra Prometida, que Dios se había propuesto “dar en herencia” a los Hebreos:

“Cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberías destruirlas por completo. No harás ningún pacto con ellas, ni les tendrás compasión. ... [N]o dejarás nada con vida. Exterminarás del todo a hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te lo ha mandado”. (Deuteronomio 7:2; 20:16-18)

También se encuentran instrucciones muy específicas sobre como debe realizarse la guerra contra “las ciudades lejanas que no pertenezcan a las naciones vecinas”:

“Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, hazle primero una oferta de paz. Si acepta y abre las puertas, todos los habitantes de esa ciudad quedarán bajo tu dominio y serán tus esclavos. Pero si la ciudad rechaza la paz y entra en batalla contra ti, la sitiarás; y cuando el Señor tu Dios la entregue en tus manos, matarás al filo de espada a todos sus hombres. Como botín, podrás retener a las mujeres y a los niños, y el ganado y todo lo demás que haya en la ciudad. También podrás comer del botín de tus enemigos, que te entrega el Señor tu Dios. (Deuteronomio 20:10-18)

Encontramos además en el Nuevo Testamento que Jesús advierte: “No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada... El que busque su vida la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará” (Mateo 10:34, 37) Los apóstoles llevaban espadas como medida de seguridad y las usaban en defensa propia. Al final de la Última Cena, Cristo ordena a sus discípulos: “Pues ahora, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada.” Los discípulos respondieron: “Mira, Señor, aquí hay dos espadas,” a lo que Jesús contestó “Bastan” (Lucas 22:38). Fue en seguida de esto que fueron atacados en el Monte de Olivos por una turba con palos y espadas. Los discípulos rodearon a Jesús para protegerlo, esperando su palabra para atacar con las espadas, y uno de ellos le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote. A fin de evitar un baño de sangre, Cristo les ordenó guardar sus espadas, curó la oreja y se entregó sin oponer resistencia (Lucas 22:47-53). ‘Abdu’l-Bahá compara esto con la situación a la que se enfrentaron Muhammad y sus seguidores:

Si Cristo mismo Se hubiese encontrado en tales circunstancias... y hubiesen estado (Él y sus discípulos) finalmente obligados a huir de su tierra natal; si, a pesar de ello, estas tribus forajidas hubieran continuado persiguiéndole, matando a los hombres, saqueando sus propiedades y capturando a sus mujeres e hijos, ¿cómo hubiera procedido Cristo frente a ellos? Si tal opresión Le hubiese afligido sólo a Él, les habría perdonado... pero si Él hubiese visto que estos crueles y sanguinarios asesinos estaban resueltos a matar, a saquear y a deshonrar a todos esos oprimidos... con seguridad les habría protegido y habría resistido a los tiranos... Quitar a esas tribus su sed de sangre era la mayor bondad, y contenerlos y moderarlos era un verdadero acto de clemencia... Las expediciones bélicas de Muhammad... fueron siempre acciones defensivas...(8)


Notas:

(1) “Croniques” Tabarí, Vol. III, pp. 202-203.

(2) “Muhammad and the Course of Islám”, H.M. Balyuzi. Oxford: George Ronald, 1976, p. 14.

(3) “Mahoma, Profeta de Dios”, Boris Handal Morales, Australia, 2001, pp. 43-4.

(4) “Kitáb-i-Iqán – el Libro de la Certeza”, por Bahá’u’lláh, p. 82.

(5) Handal, p. 81.

(6) Balyuzi, pp. 61-2.

(7) “The Spirit of Islam”, Syed Ameer Ali, p. 61.

(8) “Respuestas a Algunas Preguntas”, ‘Abdu’l-Bahá, pp. 27, 24.

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