4.3. ¿Conversión por Fuego y Espada?

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4.3. ¿Conversión por Fuego y Espada?


Los detractores del Islám argumentan que posteriormente, la Fe de Muhammad fue difundida con el fuego y la espada, mediante la violencia y el derramamiento de sangre. Aducen que esto se debía a que no contaba con la suficiente substancia moral como para difundirse por medios pacíficos. Handal observa que: “Los árabes, a diferencia de los conquistadores españoles, no impusieron su lengua y religión en las culturas en que se establecieron”.

Una parte importante de la Misión divina de Muhammad fue la de unificar a las tribus guerreros de Arabia y las naciones circundantes en una sola civilización gloriosa. Para ello, fue necesario anexar progresivamente los pueblos vecinos, cuyos líderes muchas veces se resistían a ello. El método empleado por los musulmanes para conquistar en menos de cien años todo el Medio Oriente, el norte de África y en Europa a España, fue sorprendentemente similar a la forma como fue expandido durante el mismo período el Imperio Inca, reuniendo en su amplio abrazo a una tribu tras otra del sudoeste de las Américas.

En Meca, su ciudad natal, Muhammad procuró entrevistarse con los jefes de las diversas tribus durante sus peregrinajes a la Ka'ba, para explicarles los fundamentos de su Mensaje e invitarles a abrazar el Islám. Más tarde escribió cartas a los principales gobernantes de su época, llamándolos a seguir el camino del Islám por su propio bien y a deponer sus conflictos y diferencias. Estas cartas fueron enviadas a Negus – Rey de Etiopía, Khusraw Pervez – Emperador de Irán, Muqawiqis – Vicerregente de Egipto, Munzir bin Wa'wa – Gobernador de Harhain, Heráclito – Emperador de Roma, y al Papa del la Iglesia Católica Romana (año 627 E.C.).

Primero se enviaba a emisarios de paz para invitarles cordialmente a formar parte de la gran hermandad de naciones, gozando así de protección y los beneficios de la civilización. Si no aceptaban esta invitación inicial, se entraba con tropas, las cuales tenían las instrucciones del Profeta Mismo de sólo defenderse en caso de ser atacados y de salvar a los civiles no combatientes, tanto hombres, mujeres y niños, y sus propiedades. Generalmente el liderazgo se rendía con sólo ver las tropas musulmanes, a veces fue necesario sitiar la ciudad capital, y en algunas ocasiones excepcionales hubo derramamiento de sangre.

Sin embargo, la justicia exige dejar claro que lo que fue difundido en esta forma no fue la religión del Islám, sino el gobierno Islámico. Bajo este nuevo gobierno justo y progresista, convivían pacíficamente personas de cualquier religión monoteísta. Únicamente los idólatras tenían que renunciar sus ídolos o abandonar suelo Islámico. Al respecto, citamos nuevamente de Marzieh Gail:

El Islám, la religión, no fue propagada por la espada; a la acusación de que la agresión islámica se infundió en la cristiandad medieval, los musulmanes replican: “Las masacres de Justino y las terribles guerras de Cristian Clovis en nombre de la religión ocurrieron mucho antes de la época de Muhammad”.

El contraste entre la toma de Jerusalén por el califa ‘Umar, y la conquista de la misma seiscientos años después por los cruzados cristianos: ‘Umar entró en la ciudad con el Patriarca Sofronius, conversando sobre sus antigüedades; cuando llegó la hora de la plegaria, él declinó orar en la Iglesia de la Resurrección, en donde se encontraba en ese momento, no fuera que los musulmanes en el futuro reclamaran un precedente e infringieran el derecho de los cristianos a su iglesia. Esto fue en 637. Los cruzados aplastaron las cabezas de los niños contra las paredes, asaron hombres a fuego lento, abrieron a otros para ver si habían tragado oro, llevaron a los judíos a las sinagogas y las quemaron, masacraron 70.000 personas.

En los países conquistados, los no musulmanes eran iguales que los musulmanes, en todos los aspectos, pagando un impuesto moderado eran eximidos del servicio militar y del impuesto del 2,5% sobre el total de los ingresos anuales, obligatorio para los musulmanes. Se nos dice que: “Cuando el emperador romano abrazó el cristianismo, los habitantes de todo el imperio romano, incluyendo Egipto, fueron forzados, por decreto, a renunciar a todas las demás religiones y adoptar el cristianismo; pero fue después de quinientos años de gobierno musulmán en Egipto, como resultado de conversiones pacíficas, que los musulmanes formaban el 50% de la población total.

En el norte de la India... que había estado bajo el gobierno de los musulmanes por seis siglos... hay una población de 41 millones de hindúes y sólo siete millones de musulmanes, de acuerdo al censo de 1931. Los hindúes y los musulmanes han vivido juntos durante siglos...”(2)

Muy al contrario de la creencia común en Occidente, Muhammad enseñó a sus seguidores que no debían forzar a ninguna alma a aceptar su Religión:

“No cabe la coacción en cuestiones de religión” (2:256).

“Si tu Señor hubiera querido, todos los habitantes de la tierra, absolutamente todos, habrían creído. Y ¿Vas tú a forzar a los hombres a que sean creyentes, siendo así que nadie está para creer si Dios no lo permite?” (10:99-100).

Estas advertencias fueron acatadas fielmente por el Islám y por la mayoría de Musulmanes, cuya actitud podría resumirse como sigue: "Ellos bien saben que somos seguidores de Muhammad y si desean aprender de nosotros estamos a las órdenes, pero no vamos a rogarles que nos dejen enseñarles, pues lo que tenemos es demasiado valioso para eso".

Incluso resulta jocoso observar que hubo un tiempo cuando los administradores públicos del gobierno islámico se quejaban que cada vez más pobladores se estaban convirtiendo al Islám y que, por tanto, pronto no quedaría nadie que pagara el impuesto que se cobraba a los no creyentes a cambio de la protección que brindaba el gobierno.

...entre todas las irrupciones que nuestra tradición escolar denomina las grandes invasiones, la menos sangrienta y, por decirlo todo, la más humana fue ésta. Un símbolo: Jerusalén, tomada por el Califa Omar in efusión de sangre, vivo reproche a lo que sería más tarde la llegada de nuestros antepasados, los cruzados, que chapotearían en la sangre vertida, una sangre tanto cristiana como musulmana".


Notas:

(1) “Mahoma, Profeta de Dios”, Boris Handal Morales, Australia, 2001, p. 13.

(2) “Seis Lecciones sobre Islám”, pp. 35-6.

(3) "Islám – Civilizaciones y Sociedades", Paul Balta (compilador), Capítulo 8: "Las Primeras Conquistas" por André Miguel. España: Siglo Veintiuno Editores, 1991, pp. 88-89.

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