5.2. La Política de Muhammad

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5.2. La Política de Muhammad


Muchos de sus detractores aducen que Muhammad, lejos de ser un Profeta de Dios, era un político muy hábil que se autoproclamó profeta como estrategia para adueñarse del poder. Veremos en esta sección por qué este argumento no puede sostenerse.

5.2.1. Antipopulismo:

Un buen político procura el poder ofreciendo a las personas lo que desean. Sin embargo, Muhammad siempre iba en contra de los deseos de la gente cuando era necesario para seguir las Enseñanzas de Dios. Por ejemplo, mientras Meca se enriquecía de la visita de peregrinos al Kaaba para adorar sus 365 dioses, el Profeta enseñaba el monoteísmo, hasta que finalmente entró al Kaaba y tiró al suelo los ídolos. Los hombres se casaban con muchas mujeres, pero Él las limitó a cuatro y a condición de tratarlas con equidad. Las tribus nómadas vivían del pillaje y saqueo, y Muhammad las enseñó a no agredir a nadie sino únicamente para defenderse al ser atacadas. Se mantuvo firme en estas y muchas otras enseñanzas muy antipopulares, por las cuales inclusive fue tenazmente perseguido. Estas no son las acciones de un político ávido del poder.

De hecho, Muhammad nunca buscó posición alguna, pese a haber nacido dentro de una familia noble de la tribu Khuraysh que gobernaba la próspera ciudad de Meca. Más bien se mantuvo apartado de la vida pública. Los seguidores de Muhammad lo amaban y respetaban en una forma extraordinaria, pero Él no dejaba siquiera que se pusieran de pie a Su llegada, insistiendo que la reverencia debía darse únicamente a Dios y no a su Profeta. Este no es el comportamiento de un ególatra en búsqueda de reconocimiento.

Antes de su Declaración, tenía una vida relativamente holgada, pero lo sacrificó todo voluntariamente para poder seguir su Misión, continuando en la austeridad aún después de ser invitado por el pueblo de Medina para ser su gobernador y de lograr la victoria total sobre sus adversarios. Así no actúa un avaro sediento de riquezas. Veamos algunas anécdotas que ilustran estos hechos:

5.2.2. Un Concepto Diferente de Poder:

La vida de Muhammad fue un modelo de sencillez y servicio. El catre sobre el que dormía estaba hecho de cuero rellenado con fibra de hojas de dátil. Ordeñaba su cabra, remendaba su ropa, reparaba sus calzados, ayudaba en las tareas caseras, visitaba a la gente pobre cuando se enfermaba, y trabajó hombro a hombro con sus compañeros en cavar la trinchera protectora alrededor de la ciudad de Medina. A veces pasaban dos meses sin que se encendiera la cocina del Profeta, por falta de leña, manteniendo a su familia con una dieta de agua, dátiles y a veces un poco de leche de camello que les regalaban algunos vecinos. No volvió a comer pan de harina fina desde el inicio de su Misión como Profeta hasta su muerte.

Mucho antes de vislumbrarse siquiera la victoria del Islám, y al inicio de una larga y dolorosa era de tortura, sufrimientos y persecución en contra de Muhammad y sus compañeros, los paganos le dijeron: “... Si lo que deseas es dinero, reuniremos lo necesario para que seas el más rico de todos nosotros. Si lo que quieres es el liderazgo, te haremos nuestro líder y nunca decidiremos asunto alguno sin tu aprobación. Si lo que anhelas es un reino te haremos nuestro rey...". La única condición que requirieron de Muhammad era que renunciara a su prédica; que dejara de llamar la gente al Islám y a la adoración de un solo Dios. No aceptó ni regateó; simplemente respondió: “En el Nombre de Dios, el Clemente, El Misericordioso. Esta es una Revelación descendida por el Misericordioso, el Compasivo, un libro cuyos signos son de claro discernimiento, que ha sido expresado en una clara lengua árabe para que la gente entienda. Es portador de buenas noticias y advertencias, pero la mayoría se ha apartado y no escucha.” (Corán, 41:2-4)

El Corán da testimonio del gran desprendimiento de su Autor: “Os damos de comer (el Pan de la Vida) sólo para agradar a Dios, no por querer de vosotros recompensa ni gratitud”. (76:10) “Di: No os pido salario en retribución. Esta no es más que una Amonestación dirigida al mundo entero”. (6:90) En una ocasión cuando su tío le suplicó que detuviera su prédica; la respuesta de Muhammad fue tanto decisiva como sincera: “¡Juro en el Nombre de Dios, oh tío, que aunque ellos colocasen el sol en mi mano derecha y la luna en la izquierda, en recompensa por renunciar a esta cuestión (de invitar a la gente al Islám), nunca desistiré hasta que Dios lo haga triunfar (al Islám) o yo perezca defendiéndolo”.

Ningún hombre habría podido hacer lo que Muhammad logró, a lo cual Él mismo atestigua: “Si tú (Muhammad) hubieras gastado todas las riquezas de la tierra, no podrías haber unificado sus corazones; pero Dios los ha unido, pues Él es el Poderoso, el Sabio.” (8:64)

5.2.3. Su Verdadero Interés:

Se preocupaba siempre por los demás, sacrificando sus propios intereses personales por el bienestar de otros. Cuando se casó su hija Fátimih, Muhammad no pudo hacerle una fiesta y se vio obligado a vender su armadura para poder comprarle unos platos en el mercado. Al ver la sencillez del regalo, surgieron lágrimas de dolor en sus benditos ojos y dijo: “¡Oh Dios! Bendice a aquellos cuyos trastes son mayormente de barro.”

A pesar de sus responsabilidades de profeta, maestro, hombre de estado y juez, Muhammad soportó voluntariamente esta vida difícil hasta el día en que murió, a pesar de que el tesoro de los musulmanes estaba bajo su disposición, la mayor parte de la península arábiga ya era musulmana y los musulmanes fueron victoriosos dieciocho años después del comienzo de su Misión. Cuando el Profeta falleció, a la edad de 63 años, no dejó dinero o cosa alguna, excepto su mula blanca sobre la que montaba sus armas y un lote de terreno que donó a la caridad. Este es un comportamiento que Judíos y Cristianos reconocerán como característica también de sus propios Profetas.

Muhammad jamás utilizó su don de Revelación Divina como pretexto para imponer su voluntad personal en los demás. Más bien, siempre diferenciaba entre sus propias ideas y los mandatos de Dios. Una vez su compañía se detuvo cerca de un pozo y Muhammad dijo que acamparan allí. Le preguntaron si su instrucción era idea propia o Revelación de Dios, ante lo cual respondió que era su parecer personal. En respuesta le explicaron el peligro de acampar junto al pozo, lo cual aceptó Muhammad.(1)

Vemos, entonces, que el comportamiento de Muhammad no era el de un político exitoso. De hecho, ningún político ha surgido haciendo lo que Él hizo. Y sin embargo tuvo un enorme éxito en su misión de unir a los pueblos guerreros de Arabia y -posteriormente- otras regiones. La razón no obliga, entonces, a buscar en otra parte una caracterización adecuada de su persona.


Notas:

(1) Véase los detalles de esta historia en Balyuzi.

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