1.3. Raíces Islámicas de la Civilización Occidental

<< Anterior


1.3. Raíces Islámicas de la Civilización Occidental

En el siglo VII, cuando nació el Islám, la gran cultura greco-romana prácticamente se había paralizado y la cristiandad europea yacía en el oscurantismo de inicios de la Edad Media, caracterizada por el estancamiento intelectual, la decadencia cultural, y la ignorancia y pobreza generalizadas. Esta situación se produjo debido al colapso del Imperio Romano por una parte y la actitud anticientífica de la Iglesia Católica por la otra. Fue entonces que surgió la civilización islámica, cuya influencia en Europa acabaría por dar lugar al Renacimiento y al eventual florecimiento de la actual civilización occidental. Veamos a continuación en mayor detalle cómo se dio este proceso.(1)

1.3.1 Causas del Oscurantismo:

El derrumbamiento del Imperio Romano se debió a muchas causas, siendo la principal un exceso de lujos y comodidades, la pérdida de su visión inicial de progreso y superación, resultando en el relajamiento de los nervios de la disciplina y en una decadencia moral generalizada. Hay quienes culpan de este colapso a las sucesivas invasiones de los Godos, un pueblo germánico incivilizado y brutal qué, desde el siglo III, virtualmente destruyó la cultura y tecnología romanas, estableciendo un primitivo sistema feudal que mantuvo a las masas en la más abyecta pobreza. Sin embargo, esto no habría sido posible si el Imperio Romano no hubiera perdido ya su espíritu de vitalidad y pujanza. Los Godos simplemente “hicieron leña de un árbol ya caído”.

Mientras caía la civilización romana, surgía simultáneamente a raíz del cristianismo la civilización bizantina centrada en Constantinopla y regida por la Iglesia Católica Oriental u Ortodoxa. El cristianismo pudo haber producido resultados semejantes en la Europa latina si no fuese truncado su progreso por las pesadas cadenas del “Escolasticismo”, un concepto basado en la filosofía de Platón y hecha doctrina de la Iglesia Católica Romana por Tomás de Aquino y Duns Scotus, según el cual, el único objeto digno de un estudio científico era el mundo ideal y subjetivo, no el temporal y objetivo, pues el primero trataba de las realidades esenciales y causas finales, mientras que el último se dedicaba a los fenómenos limitados y pasajeros. En palabras de Platón, “Mientras se intenta estudiar un objeto sensible, jamás se puede afirmar haber aprendido cosa alguna. Pues ningún objeto de los sentidos admite un tratamiento científico”.

Según la Iglesia Católica Romana, el Escolasticismo colocaba a la ciencia en el mismo plano conceptual que la religión y, por tanto, potencialmente en competencia con ella. En consecuencia, suprimió casi por completo la ciencia y filosofía de los Griegos (la única disponible en ese entonces), clausurando grandes instituciones como el Liceo de Atenas y el Museo de Alejandría, y persiguiendo a los eruditos griegos. Este “rechazo de lo terrenal a favor de lo celestial” también conllevó la oposición de toda actividad intelectual dirigida hacia fines prácticos, paralizando durante siglos el avance científico y tecnológico en la Europa católica.

El resultado para Europa fue una cultura “teológicamente obsesionada y científicamente estéril” que “se enorgullecía de barbaridades como haber hecho retractar a Galileo de sus afirmaciones astronómicas, de considerar a la medicina una práctica obscena y a la química como una brujería, al estudio de textos extranjeros como paganismo, a la interpretación personal de la Biblia como cosa del demonio, al estudio de la ciencias como algo pecaminoso, etc.".(2) Estancada en un estado casi barbárico, falta de higiene, sometida por un craso feudalismo, sin comodidades ni lujos, la Europa Latina quedó sumida durante siglos en las cenizas dejadas por las masas iletradas y bárbaras de las hordas Góticas.

1.3.2 Especulación sobre el Renacimiento:

Fue en estas condiciones tenebrosas que despuntó el Renacimiento europeo de mediados del siglo XV, un fenómeno que atestiguó el florecimiento de la ciencia y tecnología, la cultura y las artes, y sirvió de trampolín para la civilización moderna. Mucho se ha especulado acerca de cómo se produjo este cambio tan repentino y completo en las fortunas del mundo occidental.

Hay quienes sugieren que las condiciones infrahumanas prevalecientes durante la Edad Media, hicieron que la gente reaccione y produzca un auto-resurgimiento. Algunos añaden que esto fue motivado por la ambición de competir con la gran civilización islámica que se hallaba al sur y oriente de Europa. Sin embargo, esto es como aducir que una pierna rota es la causa de su propia curación. Es verdad que el malestar motiva a buscar una solución, pero no es en sí el remedio. El sufrimiento producido por la decadencia generalizada en Europa tornó a la gente receptiva ante el cambio, pero no explica de dónde provino esa transformación.

También hay quienes afirman que el Renacimiento se produjo por una “vuelta a los clásicos”, es decir cuando los Clásicos Griegos fueron “descubiertos nuevamente” por los europeos. Es cierto que cuando los Turcos conquistaron Constantinopla a mediados del siglo XV, muchos de los eruditos griegos que aún quedaban allí migraron a Italia, llevando consigo sus riquezas filosóficas y artísticas. Es verdad también que esta migración fue una causa inmediata, aunque no única, de una especie de renacimiento artístico en Italia. Sin embargo, la introducción en Europa de las ciencias y tecnologías del mundo clásico desde el mundo musulmán ya había comenzado en el siglo XII, completándose mucho antes de la caída de Constantinopla. De no haber sido así, es probable que los inmigrantes griegos no habrían sido bien recibidos ni encontrado un terreno fértil donde sembrar sus saberes. Veamos por qué.

Pese a ser la civilización bizantina el centro de la vida y cultura griega durante siglos, siendo el único lugar donde había sobrevivido, Constantinopla comunicó muy poco de estas riquezas a la Europa latina durante sus once siglos de asociación con ella. Pues en primer lugar, la filosofía y ciencia griegas, el primer espacio donde la raza humana se atrevió a pensar en forma independiente, sistemática y científica, fue suplantada como hemos visto por una teología cristiana que relegó al ingenio griego a otras actividades no científicas. En segundo lugar, los griegos en Constantinopla tuvieron muy poco contacto con el occidente debido inicialmente a rivalidades políticas al interior del Imperio Romano y después a divisiones religiosas entre los cristianos de occidente y oriente. Este conflicto llegó a su clímax con la captura de Constantinopla en 1204 por la cuarta Cruzada, en un intento fallido por forzar su sumisión a la autoridad del Papa en Roma. Sus actos crueldad, violaciones y saqueos sólo sirvieron para ahondar la antipatía y el rechazo que sentían los Griegos hacia la Iglesia Romana y Europa, dificultando aún más un intercambio de ideas.

Es por estos motivos que muy poco de los saberes griegos pudieron llegar a Europa por la vía de Constantinopla. Como veremos a continuación, esta rica cultura llegó finalmente, pero por otra vía más larga, aunque finalmente mucho más enriquecedora.

1.3.3 Nacimiento de la Civilización Islámica:

Es popular en occidente pensar en el mundo islámico como un lugar atrasado, anticuado y tradicionalista, contrario a los avances científicos y tecnológicos de la sociedad actual. Es verdad que algunos elementos fundamentalistas rechazan al mundo moderno(3), pero no siempre fue así. Lejos de rechazar el progreso, en sus orígenes el Islám fue causa de grandes avances científicos, tecnológicos, culturales y artísticos, en un período cuando el resto del mundo conocido yacía en un estancamiento intelectual casi total. De hecho, el auge del Islám podría considerarse una de las tres grandes épocas científicas del mundo, una especie de “eslabón perdido” entre la ciencia embrionaria de los Griegos y los albores de la época moderna.
Civilización Helenística (450 BC – 250 AD)
Civilización Islámica (650 AD – 1450 AD)
Época Moderna (1450 AD al presente)
Las condiciones culturales de los árabes antes de Muhammad no eran mejores que las del resto del mundo. La Arabia de ese entonces era poblada por tribus guerreras, iletradas y semi-barbáricas. Es a este pueblo que llegó Muhammad a comienzos del siglo VII a obrar una transformación tan profunda y cabal en su carácter moral y espiritual que pudo levantar una de las más grandes civilizaciones de todos los tiempos. Este “Profeta del Desierto” no enseñó como gran filósofo u hombre de ciencias, pues él mismo admitió haber sido analfabeto antes de recibir el llamado divino, sino como un simple “Amonestador” que llamaba a la gente hacia la sumisión a Dios.

Lejos de rechazarla como anti-religiosa, Muhammad afirma que la ciencia tiene dos aspectos: la ciencia de la religión y la ciencia de los cuerpos. Pregunta en el Corán: “¿Son iguales los que saben a los que no? (39:12); ¿Son iguales las tinieblas a la luz? (13:16). Aconseja a sus seguidores diciendo: "La ciencia es el remedio para las debilidades de la ignorancia; es un faro reconfortante en las tinieblas de la injusticia".(4) Él mismo impartió principios que con el tiempo serían comprobados científicamente, como la célula original (22:5; 23:12-15) y la rotación de la tierra alrededor del sol (36:38-40).

1.3.4 Expansión y Consolidación:

El surgimiento de la civilización islámica fue de una velocidad y magnitud sin parangón en la historia del mundo. Apenas tres años después de la muerte de Muhammad en el año 632, todo el Oriente Medio, Egipto y el Norte de África se hallaba bajo el gobierno islámico. En seis años más se anexó el poderoso imperio de Persia, seguido por la toma de la Península Ibérica en el año 711 por los Moros.(5) Así, en pocas décadas, el Islám llegó a gobernar un área más grande que el propio Imperio Romano, que se extendía desde la India hasta la frontera sur de Francia. La forma ingeniosa cómo se lograron estas conquistas, con un mínimo de pérdidas humanas y materiales por ambos bandos, se encuentra detallada en el Capítulo 4 sobre la cuestión de la violencia en el Islám.

Durante este período agitado de conquistas militares y consolidación administrativa, los musulmanes tuvieron poco tiempo para pensar en la expansión cultural. Hacia fines del siglo VIII, sin embargo, se presentaron las condiciones necesarias para el florecimiento de las artes de la paz. El Islám había logrado unir bajo una nueva forma de gobierno a tribus, ciudades-estado e imperios cuyos pueblos gemían bajo el peso de sucesivos regímenes opresivos y en constante guerra, estableciendo un sistema de justicia aplicable por igual a todos basado en las leyes progresistas y humanitarias de Muhammad mismo. Había abolido el feudalismo, logrado de este modo la prosperidad agrícola, e instituido un sistema tributario más equitativo inclusive que el del Imperio Romano, reduciendo drásticamente los impuestos y permitiendo así la formación de una sólida clase media.

El árabe había llegado a ser la lengua universal del mundo islámico, posibilitando así la libre migración e intercambio de ideas entre sus pueblos, los cuales a su vez lo enriquecieron hasta convertirse en el idioma más completo del mundo conocido. La preocupación por el bienestar de las masas, la equidad y fraternidad, habían sido enseñadas y ejemplificadas por Muhammad y perpetuadas por los primeros Califas. Y lo que es más importante, se había unificado a tan diversos pueblos bajo la bandera de una nueva cosmovisión dichosa, pujante, aventurera y abierta a recibir las ricas bendiciones de un único Dios compasivo, misericordioso y todo-generoso. De este modo el Islám se hallaba preparado para completar la obra iniciada por Alejandro Magno en pos de su gran sueño de la amalgamación de las culturas de Oriente y Occidente bajo un mismo idioma y un reinado de justicia, equidad, unidad y paz.

1.3.5 El Islám en España:

Fue en España donde estaba destinado a brillar en su máximo esplendor la civilización islámica. España conservaba aún mucha de su patrimonio romano, la cual los musulmanes mantuvieron y aumentaron. Contaba con una población diversa, versátil y emprendedora, que recibió con agrado la oportunidad de librarse del pesado yugo de los Visigodos. Bajo la ley islámica se estableció el orden y la justicia, se alentó el comercio, se construyó un sistema de riego y hermosos edificios y jardines, se fundó escuelas y bibliotecas públicas, y se patrocinó las artes. La Universidad de Córdoba llegó a ser el centro más brillante de la vida intelectual, no únicamente del Islám sino del mundo entero. El Dr. Henry Schurtz(6) dice:
“En verdad, los habitantes de la Europa cristiana, viviendo en las deprimentes callejuelas de las ciudades y en sus miserables chozas aldeanas agrupadas en torno a los castillos de una nobleza ruda e inculta, se habrían creído en el país de las maravillas, de haberse podido transportar a ese mundo brillante y alegre. Y al atestiguar el noble espíritu de tolerancia y libertad intelectual que soplaba sobre las felices llanuras de Andalucía, se habrían visto obligados a reconocer que su propia religión de amor podría aprender algo de los tan odiados musulmanes acerca de la fraternidad generosa entre religiones”.
Pues mientras la hostilidad predominaba entre las Iglesias Católicas de Roma y de Constantinopla, impidiendo cualquier intercambio constructivo, en España prevalecía un ambiente de amistad entre las diversas religiones, quienes convivían como buenos vecinos. No sólo los Cristianos, sino también los judíos, encontraron bajo el gobierno Islámico un ambiente de tolerancia y fraternidad propicio para desarrollarse en todos los campos:
“Este período también señala el punto más elevado alcanzado por la cultura judía subsecuente a su dispersión desde Israel. La historia española de esta era revela los ricos aportes de los judíos en pensamiento religioso, filosofía, poesía y ciencia. Fue un pueblo próspero, honrado y feliz, y la fama de sus logros fue difundida por todas las capitales de Europa”.(7)
A inicios del siglo XI, comenzó un período de decadencia, cuando ante los placeres de la vida los musulmanes fueron descuidando las enseñanzas de Muhammad. Paulatinamente, los líderes cayeron en una sensualidad lujuriosa, el gobierno decayó en frecuente anarquía y la tributación se volvió opresiva. Esto terminó en la abolición del Califato por el pueblo y la división de España en una veintena de estados pequeños, gobernados por régulos. Los Moros cultos y tolerantes fueron suplantados por los Berberes incultos y fundamentalistas de Marruecos, cuyo fanatismo acabó con las relaciones amistosas que habían reinado entre Moros y Cristianos. En 1212, un ejército cristiano liderado por Alfonso VIII de Castilla, masacró a cientos de miles de soldados musulmanes cerca de Córdoba.

Asumieron el poder los descendientes cristianos de los mismos Visigodos incivilizados que habían invadido España en tiempos romanos. Durante la ocupación islámica de España se habían retirado a un destierro auto-impuesto en las montañas de Asturias, donde la poca cultura que tenían se evaporó, abandonando inclusive el hábito de lavar la ropa y bañarse. Una vez reconquistada España, se olvidaron por un tiempo de su fanática hostilidad hacia los Moros, y se dedicaron a aprender de ellos el refinamiento de su cultura, así como el arte de la cerámica, la fabricación de textiles, la metalurgia, carpintería, albañilería, agricultura, etc. Durante dos siglos y medio se vivió nuevamente un período idílico de amistad y progreso, conviviendo y trabajando hombro a hombro cristianos y musulmanes. Fue durante este período que Ghalib construyó en Granada el espléndido palacio de Alhambra.

Esta dichosa situación llegó a su trágico final cuando, en 1492, Fernando de Aragón e Isabela de Casilla conquistaron Granada y se dedicaron a destruir sistemáticamente la gran civilización islámica para reemplazarla con una nueva cultura hispánica.(8) La más terrible maquinaria de esta guerra fue la “Santa Inquisición”. En nombre del cristianismo se retiró de circulación los libros árabes, incinerando cientos de miles de valiosos manuscritos en enormes hogueras. En su célebre libro “El Príncipe”, escrito en 1513, Nicolás Maquiavelo pone estos hechos en perspectiva, señalando que el rey Fernando, “guiado por la astucia y la fortuna más que por el saber y la prudencia”, “con el dinero de la Iglesia y del pueblo” y “alegando siempre el pretexto de la religión”, “recurrió a una devota crueldad, expulsando y despojando a los moros de su reino”.(9)

En 1556, Felipe II prohibió a los musulmanes el uso del árabe, sus costumbres y sus prácticas religiosas. Fueron destruidos los tan concurridos baños públicos y el bañarse muy seguido atraía sospechas de herejía e investigaciones por la Inquisición. En 1609, Felipe III firmó la orden final de expulsión forzada de todos los musulmanes que aún permanecían en suelo Español. En total, esta tragedia racial produjo la ejecución, el exilio o la deportación de unos tres millones de Moros y la expulsión de todos los judíos. Narra Buckle en su History of Civilization:
“Un millón de los habitantes más industriosos de España fueron hecho objetos de la cacería como bestias salvajes, por que se dudaba de la sinceridad de su conversión forzosa al Cristianismo. Muchos fueron asesinados al acercarse a la costa, otros fueron golpeados y saqueados, y la mayoría se dio a la fuga más desdichada. Durante la travesía, la tripulación en muchos de los buques se levantó contra ellos, haciendo una carnicería de los hombres, violando a las mujeres y echando al mar a los niños”.(10)
Los Moros que sobrevivieron huyeron a Marruecos en donde, no encontrando las condiciones necesarias para el desarrollo de la cultura, se dedicaron a la piratería. La España cristiana también sufrió un desastre auto-infligido al ver cómo disminuían la agricultura y minería, la producción de textiles y la pesca, y apagarse la alegría de vivir en la tenebrosa sombra de la Inquisición. Decayó la economía y reinó en muchos lugares la carestía y la hambruna. Se eclipsó la luz prestada del Islám y España se sumió en el ocaso.

1.3.6 El Occidente se Despierta:

Mientras el Islám disfrutaba su mayor auge, Europa yacía sumida en el punto más bajo del oscurantismo medioeval. Luego y en forma simultánea, mientras Europa iniciaba su salida hacia la luz, el Islám comenzaba un declive que la llevaría hacia la misma oscuridad de la cual había ayudado a rescatar a su vecina del oeste. Fue durante este período de transición que moribunda civilización islámica logró pasar la antorcha de la cultura a través de España, Sicilia y los Cruzados, transmitiendo su espíritu y contenido a las naciones europeas y produciendo así el asombroso fenómeno del Renacimiento.

Desde España, la asociación amistosa entre musulmanes, cristianos y judíos antes de la Inquisición fomentó en Europa las ciencias, tecnologías y artes que eventualmente darían lugar al Renacimiento, del mismo modo como la civilización islámica había asimilado y ampliado la cultura del mundo clásico. En Córdoba había avanzado tanto la medicina, que llegaban príncipes cristianos a la corte del Califa para ser curados de sus enfermedades. Muchos cristianos de otros países iban a la España musulmana para aprender sus ciencias y llevarlas de vuelta a Europa, incluyendo figuras tan sobresalientes Gregorio de Cremona y Abelardo de Bath. Con la reconquista cristiana de Córdoba, Toledo y Sevilla, muchos médicos judíos vinculados con universidades musulmanes, migraron a Italia y el sur de Francia, donde aportaron mucho al desarrollo de las escuelas de medicina en las nuevas universidades cristianas. Desde España también se enviaba a Italia y Francia traducciones del árabe al latín del gran tesoro del conocimiento universal.

Los musulmanes habían tomado control de Sicilia en el año 902 AD, donde también lograron grandes avances culturales. La isla fue reconquistada en 1091 AD por los Normandos cristianos, quienes admiraban grandemente la cultura musulmana. Mantuvieron intacto el sistema y personal administrativo de los árabes, auspiciaron la erudición, ciencia y artes islámicas, se vestían y ornamentaban sus capillas al estilo árabe, y dejaron el comercio y la agricultura principalmente en manos de los musulmanes. De este modo, Sicilia también atestiguó una notable y amistosa coalescencia de culturas, en este caso griega, romana, cristiana e islámica.

Eventualmente las industrias y artes musulmanes se expandieron desde Sicilia hacia el Sur de Italia y los artesanos árabes enseñaron sus artes e industrias a los italianos. Allí las obras científicas de los griegos y árabes fueron traducidas al Latín, para luego ser introducidas en la Europa medieval. Por influencia de la universidad islámica de Salerno fueron fundados escuelas de medicina en diferentes partes del continente europeo: Nápoles, Bolonia, Padua, París, Oxford, lo cual fue clave en la evolución del espíritu científico en la Europa medieval, dominado hasta entonces por la Iglesia, la teología y una cultura eclesiástica. RW Southern, en "The Making of the Middle Ages", dice:
“Esto marcó el inicio de un tránsito unidireccional de ideas que, en forma vacilante durante el siglo once pero con creciente rapidez a lo largo del siglo doce, transformó el conocimiento científico del Occidente Latino. Dondequiera que la marea menguante de poder musulmán –en España, Sicilia y el Sur de Italia– dejó hombres conocedores del árabe o griego que podían servir de intermediarios entre el cristianismo y el mundo externo, habían estudiosos Latinos ansiosos por aprovechar estas nuevas oportunidades. Los hombres de letras llegaban a estos centros desde Inglaterra, Francia e Italia en búsqueda del conocimiento; y paulatinamente mediante sus esfuerzos y los de sus colaboradores, se acumuló una nueva biblioteca científica más extensa que lo conocido hasta ese entonces por el mundo europeo”.(11)
En Bagdad, la característica justicia islámica decayó eventualmente en gobiernos corruptos que instituyeron un sistema tributario carente de equidad. Los grandes ejércitos del Califa fueron siendo reemplazados por mercenarios foráneos y finalmente su poder fue arrebatado sucesivamente por los Turcos Seljuk y Otomanos, también musulmanes, quienes resultaron ser gobernantes astutos pero incultos, y soportaron sucesivos embates infligidos primero por las Cruzadas y después por las hordas mongólicas. Los cruzados, atónitos por el esplendor de la civilización musulmana, regresaron a casa con curiosos recuerdos e historias de maravillas jamás soñadas en Europa. Esto también sirvió para avivar el interés del occidente en conocer y aprender de la cultura islámica, apresurando así el proceso de transmisión de sus saberes.

Hasta mediados del siglo XV, el Islám ya había entregado a Europa sus mejores frutos, pero durante varios siglos más, los estudiosos de las ciencias greco-romanas y árabes en Europa debían proceder con cautela, pues la Iglesia Católica aún perseguía todo lo “pagano”. Los químicos escribían sus apuntes en códigos secretos, e incluso Leonardo da Vinci prefirió mantener sus cuadernos en forma críptica. Sin embargo, Europa paulatinamente adquirió una nueva actitud científica que la rescató del Oscurantismo y la encaminó hacia alturas sin parangón en la historia humana. Esto fue facilitado por las riquezas acumuladas mediante la industria, el comercio y la conquista de las Américas y otros continentes, así como también por su unidad religiosa, cultural y lingüística, teniendo al Latín como idioma universal científico.

La Reforma Protestante de Martín Lutero, a inicios del siglo XVI, permitió mucha más libertad para la investigación científica que el Catolicismo, trayendo además la secularización de la educación. La Iglesia Católica se vio obligada a aceptar los avances de la época para no quedarse relegada, y paulatinamente relajó las restricciones impuestas en la investigación científica y sus hallazgos. El último intento exitoso de la Inquisición por impedir la marcha de la ciencia fue la ejecución de Bruno en la hoguera por afirmar la teoría copernicana de que la tierra gira alrededor del sol.

El siglo XVII atestiguó el paso definitivo hacia una nueva mentalidad científica. Galileo, pese a las amenazas y penitencias que le fueron impuestas, abrió la puerta hacia la era moderna de la ciencia con importantes descubrimientos en astronomía, mecánica y dinámica, en los que combinaba la experimentación con cálculos matemáticos. La monumental obra Novum Organum de Francis Bacon, marcó el fin de la vieja ciencia deductiva y especulativa, y la radicación definitiva del método inductivo y experimental, libre de todo prejuicio y preconcepto, en procura de “dotar a la vida humana con nuevos poderes e invenciones”. El físico Roger Boyle reforzó aún más el aspecto práctico del método científico, ganándose el epitafio de “Padre de la Ciencia Moderna”. Mediante una planificación metódica, combinaba teoría con práctica y matemática con experimentación, verificando sus observaciones y experimentos con mediciones precisas. Con su famosa “Ley de Boyle” respecto a la expansión de gases, hizo posible la inauguración de la “Edad Energética” mediante el desarrollo de la máquina a vapor en el siglo XVIII.

Notas:

(1) El material para esta sección fue adaptado en gran parte del libro “Islamic
      Contributions to Civilization” por Stanwood Cobb (Washington, D.C., Avalon
      Press, 1963).
(2) “Mahoma, Profeta de Dios”, Boris Handal Morales, Australia, 2001, p. 11.
(3) Como también lo han hecho ciertos grupos cristianos, como por ejemplo la Iglesia
      Católica de la Edad Media y, del lado del Protestantismo, los Puritanos, Shaker,
      Amish y otros.
(4) Citado en “Muhammad and the Course of Islám”, H.M. Balyuzi. Oxford: George
      Ronald, 1976, p. 291.
(5) Los Moros constituían un equivalente musulmán de mestizos o mulatos, siendo una
      amalgama étnica entre las razas árabe y africano del norte.
(6) Citado en “History of the World” de Helmolt, tomado de “Islamic Contributions to
      Civilization”, Stanwood Cobb. Washington, D.C., Avalon Press, 1963, pp. 32-3.
(7) “Islamic Contributions to Civilization”, Stanwood Cobb. Washington, D.C., Avalon
      Press, 1963, p. 44.
(8) Cosa muy similar a lo que hicieron con las civilizaciones indígenas del Nuevo
      Mundo.
(9) Maquiavelo, Nicolás, “El Príncipe”. Madríd: Unidad Editorial S.A., 1999, pp.
      104–5.
(10) Citado en “Islamic Contributions to Civilization”, Stanwood Cobb. Washington,
      D.C., Avalon Press, 1963, p. 45.
(11) Citado en Islamic Contributions to Civilization, Stanwood Cobb. Washington,
      D.C., Avalon Press, 1963, p. 65.

No hay comentarios.: